Que no se deben de exprimir las palabras por pura ansiedad de buscar o por mera intuición del saber. Que la complicación existencial está pasada de moda. Que parar el colectivo. Que bajarse del tren.
Que todo lo repetitivamente repetitivo me asfixia, pero sin embargo no puedo dejar de repetir cosas.
Ahí está... la veo recorrer los mismo kilómetro que yo mientras se sienta y observa la ventanilla con los auriculares puestos, como si se le estuvieran incrustando directamente en el cerebro. Un cerebro que no conozco, claro está, porque esta chica ni siquiera sabe que yo existo.
Todos los días nos subimos al 12 en Constitución y allí comienza nuestro viaje. No sé si va a trabajar o a estudiar, pues siempre lleva mochila. Yo apenas cargo con mi bolso gris, homogéneo e inalterable que siempre viaja en mi espalda. Ella va variando de colores como de estación: En invierno gusta de llevar colores cálidos y en verano colores fríos. Pero allí está, siempre fiel a la mañana desalmada de las calles de mi ciudad (bueno no mía pero... quisiera...)
No pude jamás dirigirle la palabra. Solo me limito a observar sus rizos castaños y su piel repleta de pecas. Los anteojos de montura cuadrada, lo poco que se ensancha su espalda. Es bajita, pero no tanto aunque cuando el colectivo está muy lleno se las arregla para no quedar aplastada. Tiene una mirada fuerte, como si hubiera visto muchas cosas que la dejó marcada. Como si fuera ese tipo de persona que dice "Hey, estas mal, vayamos a tomar algo y olvidemos por un rato todo esto". Pero jamás pude comprobarlo.
Que no se debe apresurar, que en realidad esa nunca fue una mirada. Que el chico al cual besaba luego de bajarse la última vez fue solo una impresión. Que las complicaciones complicadas de obsesivividades relativas son conceptos abstractos de los cuales mejor ni pensar. ¿Café o tostadas?. ¿En qué estaba pensando?. Que no es lo mismo querer y desear, que obsesionar a idealizar, que animarse a saltar.
Pero han pasado años de esta historia. Ya no tomo mas el 12, ni me tomo los flechazos de colectivo tan en serio. Viajo en tren, por suerte mi recorrido es tranquilo, suele viajar tan poca gente que uno puede perderse en la ventanilla sin más.
Y así, en medio de la rutina de agradables sopores, la veo sentarse enfrente a mí. Me mira y me sonríe.
Que solo son sensaciones pasajeras. Que estas cosas no existen. Que la vida real, los negocios, las responsabilidades. Que tirar todo a la mierda. ¿Que tipo de café te gusta? ¿Qué estoy diciendo?
Es casi como repetir la palabra hasta que deja de tener sentido.
Que todo lo repetitivamente repetitivo me asfixia, pero sin embargo no puedo dejar de repetir cosas.
Ahí está... la veo recorrer los mismo kilómetro que yo mientras se sienta y observa la ventanilla con los auriculares puestos, como si se le estuvieran incrustando directamente en el cerebro. Un cerebro que no conozco, claro está, porque esta chica ni siquiera sabe que yo existo.
Todos los días nos subimos al 12 en Constitución y allí comienza nuestro viaje. No sé si va a trabajar o a estudiar, pues siempre lleva mochila. Yo apenas cargo con mi bolso gris, homogéneo e inalterable que siempre viaja en mi espalda. Ella va variando de colores como de estación: En invierno gusta de llevar colores cálidos y en verano colores fríos. Pero allí está, siempre fiel a la mañana desalmada de las calles de mi ciudad (bueno no mía pero... quisiera...)
No pude jamás dirigirle la palabra. Solo me limito a observar sus rizos castaños y su piel repleta de pecas. Los anteojos de montura cuadrada, lo poco que se ensancha su espalda. Es bajita, pero no tanto aunque cuando el colectivo está muy lleno se las arregla para no quedar aplastada. Tiene una mirada fuerte, como si hubiera visto muchas cosas que la dejó marcada. Como si fuera ese tipo de persona que dice "Hey, estas mal, vayamos a tomar algo y olvidemos por un rato todo esto". Pero jamás pude comprobarlo.
Que no se debe apresurar, que en realidad esa nunca fue una mirada. Que el chico al cual besaba luego de bajarse la última vez fue solo una impresión. Que las complicaciones complicadas de obsesivividades relativas son conceptos abstractos de los cuales mejor ni pensar. ¿Café o tostadas?. ¿En qué estaba pensando?. Que no es lo mismo querer y desear, que obsesionar a idealizar, que animarse a saltar.
Pero han pasado años de esta historia. Ya no tomo mas el 12, ni me tomo los flechazos de colectivo tan en serio. Viajo en tren, por suerte mi recorrido es tranquilo, suele viajar tan poca gente que uno puede perderse en la ventanilla sin más.
Y así, en medio de la rutina de agradables sopores, la veo sentarse enfrente a mí. Me mira y me sonríe.
Que solo son sensaciones pasajeras. Que estas cosas no existen. Que la vida real, los negocios, las responsabilidades. Que tirar todo a la mierda. ¿Que tipo de café te gusta? ¿Qué estoy diciendo?
Es casi como repetir la palabra hasta que deja de tener sentido.