....
La fiesta casi termina. Las luces se van apagando. Lucía mira a Mariana y le pregunta:
-… hace poco me empezaron a salir estos moretones…-
- ¿Y por qué no vas al doctor, Boluda?
- Nunca le doy bola…-
Un mes y medio.
….
Un labrador mira el cielo. Su dueño yace a su lado. Hace dos semanas casi nadie en la casa puede dormir a causa de los alaridos. Un amigo se sienta a su lado y le acaricia la cabeza, justo entre medio de las orejas. Esa noche no hubo ruidos. El amigo lo mira mientras deja caer unas lágrimas.
Cinco horas.
….
El café calentaba su garganta y el humo sus pulmones. En dos horas tendría que sentarse frente a quien sería su ejecutor y rendir el final. Un cuatrimestre entero de información. Pocas preguntas y mucho desarrollo.
- ¿Tenés pensado dejarlo…?- pregunta Raúl, a su lado en la entrada de la biblioteca.
- Esto es como el gimnasio. Siempre digo la semana que viene… pero supongo que es porque no quiero. Si quisiera lo dejaría.
- Entonces porque no lo dejas y listo…-
- ¿Y porque no me decís los tipos de rol en un grupo, eh?-
Veinte años.
….
Una vez en el hospital, escuchaba a una madre. La observaba mientras salía de ver a un traumatólogo. Su hijo de 12 años iba con ella. A mitad del pasillo hablaba por teléfono, y a la mitad de la conversación ya se estaba dejando caer. No tenía consuelo. Su hijo sólo miraba por la ventana. Del otro lado del celular debía de haber un padre que esperaba saber cómo le había ido a su hijo por un golpe en la rodilla.
Más y más lágrimas.
Y es que su hijo salía de ver a Raffaeli. El traumatólogo oncológico.
1 año.
….
El profesor habló:
- Imaginen… una célula. Que tienen la capacidad de reproducirse, de alimentarse, de morir. Pero en este sistema, a veces ocurren fallas. Fallas inesperadas, y a veces impredecibles.
De un momento a otro, como si fuera una fila de dominós, un evento desencadena otro, y otro… y entonces estas células se empiezan a reproducir sin control, dañando órganos y tejidos y todo lo que encuentran a su paso. Provocando un rechazo en el organismo… llevándolo… a su colapso total…-
Una hora de clase.
….
“Fue solo un golpe. Pero quién diría que un golpe, y un dominó… creo que una vez lo oí en clase. No quiero que lloren. Pero nunca lo vi tan claro. La vida no es aquello que quieren hacer por mí, Mamá… Papá… ¡No quiero que lloren!
Y sé que todos lo hacen a mis espaldas. Saben de mí condición y detesto ver la lástima en sus ojos. Es como ver el duelo, cuando aún no eres el muerto…”
Cuarenta segundos de lectura. Carta escrita con manos temblorosas.
…..
Un hombre mira a su médico y le dice que no quiere continuar con la medicación. El doctor no puede comprender su sonrisa. El sujeto lleva consigo un escudo que nadie ve. De sus ojos se percibe un aura de paz. ¿Es que acaso quienes miran la muerte, la abrazan?
Cuando sale del consultorio disfruta de una comida en su bar favorito. Llega a su casa y lee un libro. Quiere acercarse a su alma. Quiere susurrarle secretos. Quiere sentir que es dueño de su tiempo.
Lejos de los hospitales, y de las miradas incómodas. Quiere vivir su vida, vivir bien.
Sale y disfruta del amanecer. Del viento en la cara, de la lluvia. De la hoja que cae en otoño.
Buenos aires se llena de colores Cálidos. De noche las luces dejan espacios para los que no pueden dormir. Espacios que no pueden ser llenados con melancolía, mas sino con la existencia que dejamos salir de nuestra propia conciencia. Que son llenados con lo que a veces dejamos de ser.
El hombre se sienta en la plaza y mira un cielo que, aunque lleno de estrellas, se vislumbra oscuro. Todo es cuestión de perspectiva.
Quizás era un fantasma. Pero sabía morir bien.
Tiempo indeterminado.
La fiesta casi termina. Las luces se van apagando. Lucía mira a Mariana y le pregunta:
-… hace poco me empezaron a salir estos moretones…-
- ¿Y por qué no vas al doctor, Boluda?
- Nunca le doy bola…-
Un mes y medio.
….
Un labrador mira el cielo. Su dueño yace a su lado. Hace dos semanas casi nadie en la casa puede dormir a causa de los alaridos. Un amigo se sienta a su lado y le acaricia la cabeza, justo entre medio de las orejas. Esa noche no hubo ruidos. El amigo lo mira mientras deja caer unas lágrimas.
Cinco horas.
….
El café calentaba su garganta y el humo sus pulmones. En dos horas tendría que sentarse frente a quien sería su ejecutor y rendir el final. Un cuatrimestre entero de información. Pocas preguntas y mucho desarrollo.
- ¿Tenés pensado dejarlo…?- pregunta Raúl, a su lado en la entrada de la biblioteca.
- Esto es como el gimnasio. Siempre digo la semana que viene… pero supongo que es porque no quiero. Si quisiera lo dejaría.
- Entonces porque no lo dejas y listo…-
- ¿Y porque no me decís los tipos de rol en un grupo, eh?-
Veinte años.
….
Una vez en el hospital, escuchaba a una madre. La observaba mientras salía de ver a un traumatólogo. Su hijo de 12 años iba con ella. A mitad del pasillo hablaba por teléfono, y a la mitad de la conversación ya se estaba dejando caer. No tenía consuelo. Su hijo sólo miraba por la ventana. Del otro lado del celular debía de haber un padre que esperaba saber cómo le había ido a su hijo por un golpe en la rodilla.
Más y más lágrimas.
Y es que su hijo salía de ver a Raffaeli. El traumatólogo oncológico.
1 año.
….
El profesor habló:
- Imaginen… una célula. Que tienen la capacidad de reproducirse, de alimentarse, de morir. Pero en este sistema, a veces ocurren fallas. Fallas inesperadas, y a veces impredecibles.
De un momento a otro, como si fuera una fila de dominós, un evento desencadena otro, y otro… y entonces estas células se empiezan a reproducir sin control, dañando órganos y tejidos y todo lo que encuentran a su paso. Provocando un rechazo en el organismo… llevándolo… a su colapso total…-
Una hora de clase.
….
“Fue solo un golpe. Pero quién diría que un golpe, y un dominó… creo que una vez lo oí en clase. No quiero que lloren. Pero nunca lo vi tan claro. La vida no es aquello que quieren hacer por mí, Mamá… Papá… ¡No quiero que lloren!
Y sé que todos lo hacen a mis espaldas. Saben de mí condición y detesto ver la lástima en sus ojos. Es como ver el duelo, cuando aún no eres el muerto…”
Cuarenta segundos de lectura. Carta escrita con manos temblorosas.
…..
Un hombre mira a su médico y le dice que no quiere continuar con la medicación. El doctor no puede comprender su sonrisa. El sujeto lleva consigo un escudo que nadie ve. De sus ojos se percibe un aura de paz. ¿Es que acaso quienes miran la muerte, la abrazan?
Cuando sale del consultorio disfruta de una comida en su bar favorito. Llega a su casa y lee un libro. Quiere acercarse a su alma. Quiere susurrarle secretos. Quiere sentir que es dueño de su tiempo.
Lejos de los hospitales, y de las miradas incómodas. Quiere vivir su vida, vivir bien.
Sale y disfruta del amanecer. Del viento en la cara, de la lluvia. De la hoja que cae en otoño.
Buenos aires se llena de colores Cálidos. De noche las luces dejan espacios para los que no pueden dormir. Espacios que no pueden ser llenados con melancolía, mas sino con la existencia que dejamos salir de nuestra propia conciencia. Que son llenados con lo que a veces dejamos de ser.
El hombre se sienta en la plaza y mira un cielo que, aunque lleno de estrellas, se vislumbra oscuro. Todo es cuestión de perspectiva.
Quizás era un fantasma. Pero sabía morir bien.
Tiempo indeterminado.