Como cuando amo con apego, me desgarro un poco. Como si al ser le crecieran las uñas y las enterrara en mi carne. El terrible pavor a la muerte es más profundo que cualquier dolor que pueda existir por un amor.
Así todos mis órganos se apagaron. Pero no de repente, como le sucede a cualquier ser humano, su corazón se detiene y su mente se vuelve un instante eterno. Mi cuerpo tardó en deteriorarse 9 tétricos años en los que observé a mí alrededor sentir lástima por mí. No se dan cuenta, no entienden. Aquella pena mezclada con asco se tornó general desde los ojos de mi esposa hasta los conocidos del barrio que con suerte sabían mi nombre. ¿Tan agónico y terrorífico me veía? Quizás sí, pero es que ellos no entienden.
Durante lo que restaba de mi existencia en el planeta, procuré disfrutar de lo que me rodeaba, hasta que verme tan moribundo y carente de sentido, lo que me rodeaba era color gris plomo, con un olor a hospital y lleno de conexiones y cables que mantenían unos segundos más el alma unido al cuerpo. En vano. Pues mi bebe había crecido y las cosas habían cambiado. El mate ya no sabía con gusto a compañía y amor, sino a una espeluznante soledad. Porque cuando uno se encuentra realmente solo y desahuciado, es cuando se funde en lo peor de sí.
No puede describirse la sensación de ver a un hijo quebrarse en pedazos por la amargura de haber perdido a su padre con apenas 11 años. Su mamá lo acerca donde comienza el pozo tomándolo de la mano y dándole una flor, para que la arroje contra el féretro de madera laqueada. Qué ilógico pensar que disfrutaré del lujo bajo tierra. Qué ingenuo
Y como una vez Gardel interpretó, mientras todos lloraban aquí, el carnaval del mundo gozaba y se reía.
Así todos mis órganos se apagaron. Pero no de repente, como le sucede a cualquier ser humano, su corazón se detiene y su mente se vuelve un instante eterno. Mi cuerpo tardó en deteriorarse 9 tétricos años en los que observé a mí alrededor sentir lástima por mí. No se dan cuenta, no entienden. Aquella pena mezclada con asco se tornó general desde los ojos de mi esposa hasta los conocidos del barrio que con suerte sabían mi nombre. ¿Tan agónico y terrorífico me veía? Quizás sí, pero es que ellos no entienden.
Durante lo que restaba de mi existencia en el planeta, procuré disfrutar de lo que me rodeaba, hasta que verme tan moribundo y carente de sentido, lo que me rodeaba era color gris plomo, con un olor a hospital y lleno de conexiones y cables que mantenían unos segundos más el alma unido al cuerpo. En vano. Pues mi bebe había crecido y las cosas habían cambiado. El mate ya no sabía con gusto a compañía y amor, sino a una espeluznante soledad. Porque cuando uno se encuentra realmente solo y desahuciado, es cuando se funde en lo peor de sí.
No puede describirse la sensación de ver a un hijo quebrarse en pedazos por la amargura de haber perdido a su padre con apenas 11 años. Su mamá lo acerca donde comienza el pozo tomándolo de la mano y dándole una flor, para que la arroje contra el féretro de madera laqueada. Qué ilógico pensar que disfrutaré del lujo bajo tierra. Qué ingenuo
Y como una vez Gardel interpretó, mientras todos lloraban aquí, el carnaval del mundo gozaba y se reía.